Tres grados de separación

  • miércoles, mayo 31, 2017
  • By Wen Rizo
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Hace miles de años, mi amiga la iNquieta me contó una historia —o quizá varias entremezcladas— que nunca olvidé. No sé si lo que sigue es un relato completo o un revoltijo de sus palabras, pero al final da igual. Esta es la historia (o el caos, como prefieras).

"Está bien caón", dijo. Existe una teoría —o leyenda, o no sé qué madres— que habla de los grados de separación entre las personas. Es decir, todos estamos conectados de alguna manera: yo trabajo en Patito Productions, donde conozco a Fulano de Tal, quien está casado con Manganita de Cual, que a su vez es amiga de Perengano de Shalalá... y así, hasta que el último eslabón de la cadena resulta ser Chin Wen Güen Chon en Japón, o Ashton Kutcher, o el Papa Francisco, o Juanito el lanchero costeño... o quien sea.

[Aquí empieza el revoltijo, creo]

Lo fascinante es que, más allá de los grados de separación, existe un hilo rojo invisible que te une a la persona destinada para ti. Tu alma gemela, tu complemento, tu caos perfecto. Da igual cuánto corras, cuánto te escondas o cuánto tiempo pase: ese hilo se estira, se enreda, pero nunca se rompe. Y aunque el encuentro no garantice un "felices para siempre" (a veces dura un segundo, otras una vida), esa persona se quedará grabada en tu corazón.

Para escribir esto, intenté documentarme. Fallé. Primero, le pregunté a la iNquieta: "¿Te acuerdas de esa historia que me contaste hace mil años?". Su respuesta: "Chaaaaaaaaaale, caón, no me acuerdo... pero deja consulto mi inconsciente". Como no hubo suerte, recurrí a Wikipedia, Google y, finalmente, al Maestro, Filósofo y Poeta (léase con sarcasmo) Paulo Coelho. Casi me da un escalofrío al nivel de Carlos Cuauhtémoc Sánchez (más sarcasmo). Pero, en su favor, encontré esto:

"Dicen que hay dos grandes amores en la vida: uno con el que construyes, el padre o madre de tus hijos, esa persona con la que logras compenetración para vivir en paz. El otro es el amor perdido, alguien con quien naciste conectado de un modo que desafía la razón. Una química que nunca permitirá un final feliz, pero que tampoco te dejará olvidar. Pasarán años, y aún así, no habrá noche en que no desees su beso o su discusión. Porque a veces, discutir con quien amas da más vida que hacer el amor con quien aprecias."

Y luego remata con:

"Un hilo rojo invisible conecta a quienes están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo puede estirarse, enredarse, pero nunca romperse."

Acá, mis terrenales (y truculentos) grados de separación:
Mi hipótesis es que no son 6 grados, sino solo 3. Tres eslabones que me han llevado una y otra vez al lado oscuro (y al más oscuro). Ejemplos:

Yo → Mi exjefa → La iNdeseable
Yo: "Jefa, ¿dónde te haces las uñas?"
Jefa: "¿Ubicas la putería de [la iNfame]? Ahí, contra esquina".
Conclusión: Jamás pisaré ese lugar.

Yo → Mi mejor amigo → La iNdeseable
Amigo: "Tengo una amiga que trabaja en la putería..."
Yo (mentalmente): "No. Jodidamente no".

Yo → Otro exjefe → La iNdeseable
Jefe: "Quiero un servicio como el de la putería de..."
Yo: "¿Qué lección no aprendí para que esta hijadepú siga apareciendo?".

El lado más oscuro es Él. No necesito ejemplos: una mosca que pasa basta para recordarlo. La conexión es inevitable: Yo → Una mosca → Él.

Había dicho, me gustan los tatuajes... pero no sabría qué ponerme que me guste para toda la vida. Y creo que acabo de encontrar mi tatuaje (nada original, pero muy significativo para mí en estos momentos): el hilo rojo anudado en mi dedo meñique. Ése, que está atado al extremo con una iNcógnita. Porque estoy casi segura de que el extremo de mi hilo rojo no ha llegado aún. La pregunta es si llegará antes de mi último suspiro... tal vez en otra vida. Duele.

Y mi karma es este: su hilo rojo (el de mi lado negro, el de mi cama y todo lo demás) está atado a ella, la iNdeseable. La vida insiste en ponérmela como piedra en el zapato, mientras yo seré la otra: la de la paz en la cama.

En fin, pinches enredos de la vida.

<3

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