Como Cornelio Reyna

  • 8/11/2025 11:11:00 a. m.
  • By Wen Rizo ❤️
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A los catorce años conocí en la prepa al que pensé que iba a ser el amor de mi vida. Spoiler: era el lobo feroz, con disfraz de abuelo [la edad, no olvidemos la edad].

Pasé años extrañándolo, pensándolo, inventándolo. Hoy, fríamente veo que me dio migajas. O mejor dicho: no me dio nada, pero dejó todo. Aprendí a punta de mordidas.

Creo que estuve enamorada de la ilusión que me creé, un espejismo. Siempre me he considerado una tipa normalona. Promedio. Común, pero nunca corriente, jaja. A veces me sorprende tener uno que otro (o varios) pretendientes. Cuando él apareció, no es que me gustara; más bien, lo que creo es que la influencia de mis amigas fue determinante.

Recuerdo a Raquel, mi amiga, casi escupiendo el jugo cuando le le dije que no sabía de quién me hablaba; nunca había visto al que le decía "el tipo más guapo de la escuela". 

El primer encuentro

Era nuestra rutina: entre clases, nos asomábamos al patio desde el segundo piso pasando el rato hasta que llegara el siguiente profe. Ahí apareció él, abajo en medio de la nada. Raquel lo señaló descaradamente —¡Es él, es él! —me decía mientras me sacudía como loca—¿Verdad que es guapísimo?

Fruncí el ceño: —Parece papá de alguien. Horrible y viejo—dije. Luego caí, presa de sus afilados colmillotes, tan largos que fácil raspaba el suelo cuando caminaba.

La cacería

No sé cuánto tiempo pasó. Pero lo encontramos un día en la entrada de la escuela. Me sonrió.

—Hola —dijo.

Le hice cara de culo (técnica infalible a los 14) y entré sin responder. Pero el lobo era persistente. Otro día, lo encontramos en el pasillo, me preguntó mi nombre. Puse los ojos en blanco, como diciendo "Nomejodas". No contaba con la astucia de Raquel, que iba detrás de mí y que no contuvo su emoción: 

—Te está hablando, que cómo te llamas— dijo mientras me sacudía el brazo. La ignoré también y seguí caminando. 

Raquel, traidora, contestó por mí: —¡Se llama Wen!

Él rio, cómplice.

otro día: —Hola, Wen. Soy Fulanodetal... el amor de tu vida —dijo, como si fuera un chiste.

Entonces, los ojos en blanco y la caradecú fueron para los dos: para Raquel, por metiche y para él, por inventado. "Pero qué se cree este tipo", pensé.

Ahí empezó todo.

La trampa

Un día, su insistencia me conquistó. Nuestro primer beso, fue un espectáculo. Nos despedimos de beso en la mejilla, detrás de un camión estacionado. Él se iba a su clase en Colomos, yo, con mis amigas que me esperaban en el jardín del frente. Caminamos unos pasos en sentido contrario. Alcancé a estar frente a la puerta de la entrada, ya sin camión que nos obstaculizara de l@s mirones. De pronto se volvió y me llamó:  —Ven, se me olvida algo—dijo sonriente. —Ven, tú— le respondí. Se acercó, me jaló hacia él y me plantó un besotototototototote. 

Escuché de fondo a mis amigas pegar el grito. Nos separamos riendo y alcanzó a decirme: ¿están locas, verdad? Asentí y me escapé riendo hacia ellas.

Una vez, le pregunté su edad.

—Casi no me gusta decirlo... Tengo 24 —confesó.

Yo: "Ah, con razón se veía como mi tío". 

Él: 24. 

Yo: 14. 

Red flag tamaño estadio.

Mi cerebro adolescente lo archivó.

Lobo feroz

Para su cumple, me llevó a Chapala. De regreso, "hagamos una parada técnica". Giró y entró a un motel. 

—Sólo voy al baño —dijo.

Me congelé. Entró, salió, insistió: "Hay tráfico, quedémonos un rato".

Bajé, persuadida. Empezaron los besos. Sentí sobre mi vestido de la Nana Fine una firme espada queriéndome partir en dos. Me levanté de pronto y salí: "Me quiero ir", dije.

Él condujo de vuelta a 120 y 140 km/h. El radio a todo volumen. Ventanas abajo. Mi pelo, convertido en bandera de pánico. Lo que más me asustaba no era el motel... era perderlo por no ceder.

El lobo feroz, me llevó al bosque. Pero se quedó con hambre. Y también con sed de venganza.
 
Yo no sé otras formas de dolerme: lloré esa noche. Al día siguiente, pasó frente a mí y mis amigas como si nada. Me saludó asintiendo con la cabeza y siguió de largo.

Lloré muchas noches más.

Tal vez unas semanas después, me marcó para decirme que estaba arrepentido. Que me quería, que quería hablar conmigo. Quedamos en vernos a la salida de la escuela. 

Vino su golpe maestro: lo encontré besando a otra en la entrada de la escuela. 

El lugar seguro (de él)

Años después, me convertí en su "lugar seguro". Estaba ahí, no para besarlo, ni para pasar la noche, ni mucho menos; sino para oír sus mierdas y darle ánimos. Nunca hubo más besos, pero, de alguna manera, siempre estuvo en mi vida como un fantasma al que yo también recurría para contarle mis mieldas y mis penas.

Un tiempo me pregunté si alguna vez, yo iba a querer tanto a una persona como lo quise a él. No creo, pensaba.

Hace poco, según él, me dio sus más sentidas disculpas. 

¿Cómo sigues siendo mi amiga después de todo lo que hice?— dijo.

—Porque siempre te vi roto —le dije—. Te tenía cariño, pero sabía que no podías dar más. Preferí bajarme de la nube antes que seguir comiendo mierda con cuchara de plata.

—En la prepa fui un pendejo... y lo sigo siendo— admitió.

Me pasó como a Cornelio Reyna

Hace unos días, estaba buscando una grabación para ajustar un video de trabajo. 

De pronto, caí en cuenta que sí pude querer a alguien más que lo que lo quise a él. Por lo menos, más ilusionada. El otro, al menos tuvo que hacer labor de conquista; a éste no le hacía falta. Oí la "declaración de amor".

No era su voz natural. Era un tono con mucha intención. —"Escucha, mi amor, de verdad. Te quiero... En serio, muchísimo. Belleza perfecta..."

Me reí.

Carcajada abierta.

Como loca.

Qué pendeja. Cómo pude. Y ni siquiera me tocó. Ni siquiera me vio. 

No me dio tiempo de bajarme solita.

Ahora sí, me pasó lo que a Cornelio Reyna: me caí de la nube en la que andaba. 

Qué cabrón.  

Y aquí estoy: contando cómo el lobo me enseñó que el "amor platónico" es sólo un cuento para caperucitas ingenuas. Como yo, claramente. Bonita chiNadera. Ja ja ja.

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