Otra forma de extrañar

  • 12/30/2025 11:11:00 p. m.
  • By Wen Rizo ❤️
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Hoy rompí en llanto, durante una cena familar, escuchando a mi hermano hablar de “gente pendeja”, “gente inmamable”, “gays”… en resumen, de cualquiera que viva distinto a él. Enumeraba sus sacrificios como medallas: lo mucho que trabaja, lo temprano que se levanta, el gym diario, llevar a su hijo a la escuela. Se narraba a sí mismo como un mártir.

Le pregunté si de eso estaba cansado.
“Llevo 18 días sin descansar”, dijo.
Mi papá remató: “Para ponerte pedo sí tienes tiempo, cabrón”.
Mi hermana solo abría los ojos como plato, la pobre.
Mi mamá, en su cel viendo sus noticias policiacas. 

Ya llorando le dije que, desde donde yo lo veía, llevaba una vida cómoda. Que trabajaba para sí mismo, que quizá debería estar con su esposa y su hijo… pero ahí estaba, a gusto. Y que estaba bien. No lo dije para herirlo. Lo dije intentando que pusiera un poco de perspectiva a su "martirio".

La conversación derivó a lo que él llamó “las hipocresías de la vida”. Días antes le había mandado por WhatsApp un cuento que escribí cuando cumplió un año limpio. Le hablé del dolor de verlo así, de ese milagro silencioso que es no perderlo todo, lo que es más: seguir con vida. Al final le dije: y pensar que me regalaron una cajetilla de de cigarros mágicos “por si un día sentía que me volvía loca”. Se rió. Contestó: “Ironías de la vida”.

Ahora retomó esa conversación y dijo "hipocresías de la vida”. No soy hipócrita, le dije, ni siquiera los he fumado.

No lo entendió.
Tal vez porque ya estaba pedo.
Tal vez porque yo nací pendeja para expresarme, no supe explicarme.

Seguí llorando. Él siguió hablando.
Disocié. Ya no lo escuchaba.

Me fui a otro lugar: al recuerdo de aque novelón que le escribí a My Strange Thing (MST) cuando me contó que se había peleado a golpes con su hermano que terminó ensangrentado. De lo horrible que sentí con esa historia. Le hablé de mis hermanos, de lo que más admiraba de ellos. Quise recordar lo que dije sobre Xoel. MST me dijo que con esa historia (y la de mis padres) le había tocado el alma. Que nadie lo había hecho antes. Sentí que nuestras colas de Ávatar se conectaban. Que nos "Veíamos", como solíamos decirnos. Pendeja que soy, pues.

Volví a la realidad y lloré aún más. No quise herir a mi hermano diciéndole que su vida era cómoda. Yo no soy nadie para juzgar. No tuve palabras, sólo lágrimas y más lágrimas.

En la disociada, no me di cuenta de que mi mamá nos escuchaba y no veía más su cel. Habló. Por primera vez en mucho tiempo sentí que mi mamá había vuelto (últimamente no la reconozco) (tal vez la que volví fui yo). Mi mamá sabia, firme, amorosa. Dijo muchas cosas, entre ellas que yo era la más culta de la familia. Quise reírme. ¿Culta? Yo me sentía la más pendeja de la humanidad. Le pidió a mi hermano que moderara su lenguaje, que fuera más empático con la gente.

Pude articular palabras. Entre sollozos le dije:
—Xoel, nadie te critica. Yo tampoco. Lloro porque me da tristeza oírte hablar así. Al que tú llamas “pendejo”, ¿sabes cuánto lucha para levantarse cada día? Para mí es un niño de 22. Lleva años en terapia. Ha tenido una vida dura y no se rinde. Todos, en diferentes niveles, estamos sobreviviendo a nuestra manera.

De regreso a casa lloré a berrido abierto en el carro. Yo iba de copiloto. El chofer no dijo nada. No hubo consuelo, ni una palmada, mucho menos un abrazo que acomodara un poco el mundo, “que nos haga ver que no estamos tan solos, ni tan locos, ni tan rotos”, como decía Benedetti. Pensé que quizá tampoco le enseñaron a consolar. Como ese meme que me mandó mi hermana: un chavo bailando mientras su hermana está rota porque en esa familia nadie aprendió cómo consolar. Recordé otra ocasión en que el chofer me vio rota y desquiciada y no movió un dedo para consolarme. Me calmé sola y me fui.

Pensé entonces que "mi amigo" de cola conectada no habría hecho eso. Él me habría abrazado. Me habría acompañado. Recordé que me preguntó si me gustaba jugar cartas; me mandó fotos mientras jugaba con su familia. No sabría decir si me gusta, le dije… solo sé jugar Burro castigado. Se rió. Seguí: una vez estábamos en la playa y mis primos y él jugaban cartas una madrugada. Yo, como no sabía jugar, solo observaba; me aburrí y me fui a acostar a un camastro en la arena y me tocó ver una lluvia de estrellas. La única que he visto en mi vida. Sentía paz absoluta, fue un espectáculo sólo para mí por un largo rato. Me dijo: “Yo no te habría dejado sola. Me habría quedado contigo”.

Ahí tocó mi alma. Mi cola de Ávatar se conectó con la suya (una vez más). Para mí fue encontrar a quien entendiera mi alma sin tener que traducirla.

De vuelta a la realidad, otra vez, las lágrimas se secaron de golpe.
Por estúpida.

Pensé: no es mi amigo. No es mi alma gemela. Su cola nunca se conectó con la mía. Sólo fingía. Que no se me olvide que es solo Strange Thing. Solo le había pedido una cosa: no juegues conmigo. Y jugó. No fue honesto. 

Esto es otra forma extrañar. No a él. A lo que aún no llega. A mi alma gemela.

Te estoy buscando.
Y en 2026 te encuentro.
Decretado.
Así como este año fue de patines… y de aprender a caer sin dejar de avanzar.

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